martes, 24 de febrero de 2009

Otra vez Tartagal

Como si fuera una maldición, el clima se ensañó nuevamente con la Ciudad de Tartagal, en la provincia de Salta. El desborde del río que bautiza a esta ciudad, arrastró en su camino puentes, casas, autos, barro y troncos. Igual que en el 2006, desde el gobierno se tomaron medidas para solucionar problemas evitables.
Hubiera sido preferible no sólo la culminación de las obras proyectadas para que esto no ocurriera, sino el control y la derogación de los permisos dados desde hace años para talar bosques, entre ellos el de yungas-1.670 has. declaradas reserva de biosfera por la Unesco- y otras 400 mil hectáreas de bosques nativos.
Por otra parte Rosario vivió en 15 días dos tormentas de lluvias y vientos huracanados de gran intensidad, dejando a miles de familias inundadas y sin luz. Altísimos costos deberá pagar la Municipalidad de Rosario para retornar a la normalidad, también todos nosotros. No sólo en lo económico sino en lo social, porque estos fenómenos dejan en evidencia que mientras que la provincia creció a pasos agigantados en la participación en el PBI nacional gracias a la soja, la pobreza y la falta de trabajo siguen azotando a la zona más rica de la República Argentina.
En la ultima década, las catástrofes naturales –alguien debería explicar porqué son “naturales” o “accidentales” cuando en realidad son previsibles y evitables- han azotado a nuestro planeta sin piedad. Sequías, lluvias interminables, deslaves de montañas y cerros, más calor, más frío, tsunamis, huracanes, enfermedades como tifus, difteria, dengue, cólera, y otras que creíamos superadas, son una clara muestra del gravísimo error que estamos cometiendo con nuestra casa grande. Los “locos verdes” como suele llamarse a los ecologistas nos están demostrando que no son tan locos y que debemos prestar más atención a sus advertencias.
Mientras no entendamos que sólo cada uno de nosotros puede producir el cambio, seguiremos viendo cómo nuestros gobernantes, sin el menor atisbo de vergüenza, se mueven solamente para paliar en parte los daños, sin tener el coraje de evitar estas catástrofes, oponiéndose a los intereses de aquellos que, con el poder del dinero, arrasan con los recursos naturales.
Marta Pascual

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