miércoles, 18 de marzo de 2009

Dos opiniones sobre el Día de la Mujer
La mujer y el cinismo católico


El Osservatore romano es el diario del Vaticano. En el anochecer del 8 de marzo, celebra el Día de la Mujer con un elogio a la que considera la herramienta de la emancipación femenina. No, no es la pastilla anticonceptiva. Tampoco el derecho a trabajar. Es el lavarropas. Sucede que para el periódico de la Santa Sede, la evolución de la tecnología permitió "una supermujer en el hogar, sonriente, maquillada y radiante entre los electrodomésticos de su casa".

Lamentablemente, el concepto de emancipación de la Iglesia Católica no nos sorprende. El hecho pasar del jabón de pan al jabón en polvo para lavar la ropa de toda la familia, si la mujer sigue siendo considerada la única responsable de hacerlo ¿es un avance? ¿Qué emancipación hay si el tiempo que la mujer ahorra en lavar “lo que debe”, lo usa en seguir lavando otras cosas, en atender los hijos que tal vez cría sola?

Eso sin sumarle que, para el Vaticano, la mujer no sólo debe estar a cargo de las tareas del hogar (está limitada al ámbito de lo privado), que incluyen los electrodomésticos, los hijos, el marido, etcétera, sino que haciendo todo eso debe estar sonriente, maquillada y radiante... ¡Como en las publicidades!

Sería fantástico explicarles a los encargados del Obsservatore que existió y existe algo que se llama movimiento de mujeres que siguen luchando contra la figura de mujer que la Iglesia Católica hizo encarnar en la humanidad. Y que el ocho de marzo la comunidad en general conmemora el asesinato de 146 mujeres trabajadoras de la fábrica Cotton, en Estados Unidos.
El asesinato lo efectuó el patrón al prender fuego el edificio porque dentro estaban ellas, reclamando aumento de salario y condiciones de trabajo dignas.

Por ende las palabras del diario del Vaticano, son una falta más de respeto. La emancipación no es tener más tiempo para seguir siendo esclavas del mismo modelo. Emancipación es tener derechos, libertades, proyectos propios. En síntesis, no ser un electrodoméstico más de la casa y lograr escapar del chaleco de fuerza que es el modelo de mujer construido por la Iglesia, los comerciantes, etcétera. Esa mujer es a la que la Santa Sede le prohíbe el aborto, la educación sexual y la anticoncepción… pero de quedar sola con uno, dos o más hijos, debe “apechugarla solita”, porque “algo habrá hecho”. ¡Y ojo con apelar a la prostitución si no te abren las puertas por ser madre y soltera!

No hay que perder de vista esto: es la misma Iglesia que traba el tratamiento de temas cruciales para las mujeres y los hombres. Asuntos son detenidos por esta histórica institución que ha diagramado durante siglos las estructuras de relación entre ambos géneros. Ojala la mayoría de nosotras podamos ver los dichos como una muestra de prehistoria y hasta reírnos. Pero lamentablemente esa figura de la mujer que han instalado en la sociedad toda es hoy motivo de infelicidad, de sometimiento, de maltrato. Lo que refleja la nota del diario de El Vaticano no es, nada más ni nada menos, que una la negación de la historia que desde su origen perpetúa la Non Sancta Iglesia Católica.
Por Sofía Alberti

Me Gusta Ser Mujer



Si volviera a nacer, y pudiera elegir mi género, volvería a ser mujer. Pese a todas las contras que tiene este “sexo débil” como nos hicieron creer, no hay nada más maravilloso que pertenecer a él.

Pese a las actitudes machistas de hombres y mujeres, las féminas hemos sorteado con una sonrisa muchos de los escollos que se presentan y nos ponen. –garrote en mano y ataviados con pieles,al mejor estilo cavernícola fashion- los que pretenden que sigamos siendo un objeto de uso indiscriminado.

Veamos por ejemplo, el Osservatore Romano, el diario del Vaticano, que el domingo pasado rindió homenaje a la lavadora con ocasión del Día Internacional de la Mujer, diciendo que esta máquina representa una verdadera emancipación femenina en el siglo XX, más que la píldora anticonceptiva. “Pon el detergente, baja la tapa y relájate”, afirma este periódico, olvidando por completo no sólo los millones de mujeres que aún lavan sus ropas y la de sus familias a orillas del río y a mano, sino también que es la iglesia la que prohíbe el uso de la píldora aunque la reconozca como un gran hito en la liberación femenina –si fueran mujeres dirían que esta contradicción es una histeriqueada típica- a la que ellos jamás contribuyeron.


Como tampoco contribuyen a la defensa de la vida de aquellas mujeres golpeadas, no permitiendo el divorcio, de las embarazadas que no desean ser madres, y mueren por abortos clandestinos como ocurrió la semana pasada en la ciudad de Rosario y como pasa en todo el país. Con la consigna de defender la vida los católicos se arrogan el derecho de los creyentes y de los que no profesan esta religión, para decidir por su cuenta qué le conviene a cada una de nosotras. El énfasis que ponen en éste tema nos retrotrae a la memoria las Cruzadas y la conquista de América, en donde en nombre de Dios, se perpetraron los crímenes más atroces, y el genocidio de millones de seres y culturas.


Eso sí, no los hemos visto salir a defender la vida, cuando personajes como Susana Giménez, Cacho Castaña o Marcelo Tinelli aparecen en los medios diciendo que hay que legalizar la pena de muerte como castigo, ni los he visto en otras décadas negras de nuestro país, cuando se asesinaba por pensar distinto.


Párrafo aparte merecen las declaraciones del gran bonete Tinelli, quien en un claro acto fallido expresó a los medios: no hay respeto por la propiedad privada,¿ como querés que respeten la vida?. Obviamente, sus prioridades y concepto de valores están un poco trastocados. Si leemos con atención veremos que el mensaje es: lo que tenés, es más importante que lo que sos.


Mientras estos “formadores de opinión” sigan teniendo cámaras y micrófonos que reproducen sus pequeñas miserias, en lugar de la palabra sabia de aquellos que comprenden el verdadero valor del ser humano como tal, seguiremos discutiendo estérilmente que clase se sociedad queremos y necesitamos, y cómo hacerla realidad.

Marta Pascual

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