Pasó el 28, el 29, el 30. Como un terremoto, todavía tiembla el piso bajo nuestros pies. Las cartas están echadas, la suerte también. A partir de ahora dependerá más que nunca de nosotros mismos el destino de este país, crisol de razas en otros tiempos, y hoy rejunte de hombres y mujeres que quieren ser democráticos pero sin excesos, comunistas pero sin luchas, socialistas sin ideales, liberales sin consecuencias, golpistas sin charreteras.
Las elecciones demostraron que no entendemos nada, que nos siguen pegando abajo, como dice Charly y nosotros vamos por más, que seguimos eligiendo mal. Como una relación enfermiza de la que no podemos prescindir, volvemos a los viejos amores que tanto daño nos hicieron a sabiendas, conciente o inconcientemente, que volverán a herirnos.
Recuerdo cuando los milicos decían que no estábamos maduros para votar, hoy seguimos en pañales. Somos ciegos del pasado y miopes del presente. No vemos más allá de nuestras propias narices y el día que maduremos y nos pongamos los lentes, probablemente ya no nos quede nada por mirar.
Las elecciones demostraron que no entendemos nada, que nos siguen pegando abajo, como dice Charly y nosotros vamos por más, que seguimos eligiendo mal. Como una relación enfermiza de la que no podemos prescindir, volvemos a los viejos amores que tanto daño nos hicieron a sabiendas, conciente o inconcientemente, que volverán a herirnos.
Recuerdo cuando los milicos decían que no estábamos maduros para votar, hoy seguimos en pañales. Somos ciegos del pasado y miopes del presente. No vemos más allá de nuestras propias narices y el día que maduremos y nos pongamos los lentes, probablemente ya no nos quede nada por mirar.
Marta Pascual
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