martes, 7 de abril de 2009

EL OTRO MURO


Como si nunca hubiera pasado. Como si no se los hubiera condenado en forma suficiente. Berlín, Estados Unidos, Palestina, Río de Janeiro y ahora entre San Fernando y San Isidro, en la provincia de Buenos Aires. Con 3 metros de alto de puro cemento y algunas rejas – para que se ventile ¿viste?- se levanta este nuevo muro de la vergüenza. No divide posiciones políticas, ni razas, ni credos. Divide clases sociales, pobres y ricos.

Dicen que por ahora son tres cuadras pero que llegarán a diez. Dicen que cuando se termine la inseguridad, será demolido. Dice Posse, intendente de San Isidro, que se trata de evitar la circulación directa entre ambos barrios. Nada de lo que se diga será suficiente para justificar este nuevo método de discriminación, este ghetto disimulado.

Mientras no tomemos conciencia que esta bendita inseguridad es el resultado de años de joda –como los 90-, de abismos entre los ingresos de los que más tienen y los que menos ganan, de falta de políticas claras y precisas a favor de la educación y la salud, de generación genuina de empleo, de patria sojera y financiera; serán muchos más, probablemente, los muros que se levanten, al igual que se izaron para tapar la vergüenza gubernamental de las villas en el Mundial 78.

Es hora de empezar a pensar en la inseguridad del trabajo precario, el calvario de las enfermedades que requieren tratamientos caros, de los dobles mensajes que nos dicen, por ejemplo, que es más redituable manejar un colectivo que educarse para la docencia – los colectiveros ganan casi tres veces más que los maestros- ya que es esa la inseguridad por la debemos luchar y derrotar. Esa es la inseguridad que no se detiene con ningún muro.


Marta Pascual

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